Es una idea ampliamente aceptada
que en las sociedades democráticas todo político debe mentir para realizar
adecuadamente su función. Esta realidad debería ponernos en alerta. El político
demócrata, salvo honrosa excepción, es un auténtico maestro del uso engañoso
del lenguaje. Desde sus inicios como jóvenes militantes en los partidos
políticos, a la vez que pegan carteles en los muros, los que harán de la
política su forma de vida, van aprendiendo con interés y dedicación todas las
técnicas lingüísticas más útiles de esa bruta profesión: hablar sin decir
nada, eludir preguntas molestas o comprometedoras, decir una cosa y la
contraria en el mismo discurso, atacar ad
hominem al rival político, elogiar siempre al entrevistador, tener siempre un
"as debajo de la manga", manejar cifras previamente manipuladas,
buscar siempre la emotividad, abusar de las metáforas, tener firmeza en la voz y siempre mirar a los
ojos cuando la mentira y el engaño sean más evidentes. El presidente Zapatero
era un auténtico maestro del arte de mentir y algunos piensan que su gran
capacidad de engañar a los demás consistía en engañarse previamente a sí mismo.
En un sistema democrático solamente aquellos hombres más hábiles en el manejo
fraudulento del lenguaje serán los que de forma natural ganen elecciones.
En el Antiguo Régimen, tener un rey justo o un déspota era una cuestión de azar, pero tal y como afirma Hans-Hermann Hoppe, la democracia asegura virtualmente que sólo los peores hombres, los más falsos y ruines, alcanzarán el poder. El
político demócrata es una especie de Maquiavelo
moderno capaz de teatralizar cualquier situación a su favor capitalizando los
éxitos y disfrazando los fracasos. Todo ello con altas dosis de convicción.
Experto en el arte sofista, su modus
operandi no consiste en decir la verdad de las cosas sino en disfrazarla
para que resulte los más agradable posible al oído del votante. Sus objetivos
sólo son dos: alcanzar el poder y mantenerse en él todo el tiempo posible viviendo, cuál parásito, de expropiar el dinero a los ciudadanos.
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