lunes, 29 de octubre de 2012

Más Estado, más impuestos

Este artículo es una reflexión crítica sobre los diferentes impuestos que pagamos, su naturaleza, razón de ser y una propuesta de ideas alternativas a los modelos recaudatorios actuales.

Partimos de una premisa básica: el Estado no produce nada; todos los bienes, servicios y ayudas que proporciona deben ser sufragados por los únicos productores: ciudadanos y empresas. Por tanto, en la medida en que el Estado se arroga la provisión de más bienes y servicios también recaudará en igual proporción; y en la medida en que los ciudadanos exijan más del Estado, éste queda tácitamente legitimado para recaudar en proporción a la demanda. Cuanto más pedimos al Estado, más nos detrae el Estado. Esta situación aboca a una lucha permanente de grupos de interés por llevarse la mayor tajada de dinero público. Es la forma en que unos pocos que gritan y patalean exigiendo "derechos" expolian a una mayoría de ciudadanos anónimos.

El hecho contradictorio de exigir cada vez más del Estado y a la vez quejarse de que los impuestos son asfixiantes parece un claro indicador de que muchas personas desconocen la naturaleza improductiva del Estado. Tal vez piensen que el dinero sale, por arte de magia, de una misteriosa cámara acorazada del Banco de España (o del BCE). Por tanto, una primera cuestión que debemos entender es que todo aquello que nos proporciona el Estado debe de salir del bolsillo del contribuyente.

Segundo, el impuesto es un acto coercitivo y se caracteriza por no requerir una contraprestación directa por parte del acreedor tributario (hacienda). Los ciudadanos estamos obligados legalmente a pagar los impuestos por raros, insólitos y abusivos que parezcan. Por ejemplo, nunca he entendido el motivo de pagar IBI cada año, por el mero hecho de poseer una vivienda. Si usted no está de acuerdo con pagar IBI podría vivir de alquiler pero seguramente su casero lo repercutirá en la renta mensual que finalmente pagará usted como inquilino. No hay escapatoria. No es posible no pagar los impuestos, salvo que usted se tire al monte y se convierta en un pobre de solemnidad, o en un free-rider (gorrón social), en cuyo caso recibirá mucho pagando poco. El economista liberal Carlos Rodríguez Braun  nos advierte que los bienes públicos incentivan tanto la sobreexplotación como la elusión de su pago.

La tercera cuestión es que el Estado recauda por unos conceptos o hechos imponibles: renta (IRPF), venta de bienes (IVA), la propiedad de una vivienda (IBI), etc.; para posteriormente gastarlo en otros distintos de forma discrecional o arbitraria. Este sistema no permite ejercer un adecuado control del gasto público. Es decir, ¿podríamos sustituir unos hechos imponibles por otros más adecuados? ¿deberíamos dejar de pagar IBI y sustituirlo por el IPL (Impuesto de Policía Local). Veamos algunas soluciones generales que propongo:

1) Criterio pago-consumo."Quien más consume, más paga", o sea: quien más servicio público consume, más impuestos debería pagar. Por ejemplo, la persona que posee más vehículos contribuye (impuesto sobre vehículos de tracción mecánica o IVTM) más pero no necesariamente consume más "vialidad", lo razonable -creo yo- sería vincular el impuesto a los costes derivados del asfaltado, limpieza, señalización, iluminación, etc.; pero quien consume más vialidad no es quien posee más coches en el garage o el que tiene un coche con mayor cilindrada sino quien circula más por la carretera, por tanto, resultaría más adecuado vincular el IVTM al consumo de combustible y no a la cantidad o categoría del vehículo. Una alternativa sería cobrar una tasa por cada litro de combustible suministrado dentro del término municipal.

2) Reducir las asimetrías. Existen medidas arbitrarias que privilegian a unos ciudadanos en perjuicio de otros. Por ejemplo, el ayuntamiento de Madrid bonifica el IBI de una vivienda (valor catastral < 120.000 €) ocupada por una familia numerosa especial (más de 4 hijos) con el 90% de reducción de la cuota. Es decir, los propietarios solteros, viudos, parejas sin hijos y familias con menos de 5 hijos deben subsidiar a aquellos que, de forma consciente (o irresponsable) han decidido tener muchos hijos. Alguien diría que hay que fomentar la natalidad, pero: a) no creo que esto sea misión del Estado y b) el privilegio para unos supone el perjuicio de otros. 

3) Adecuación de parámetros impositivos. Consiste en establecer parámetros objetivos que vinculen servicio e impuesto. Por ejemplo, la tasa de basura se paga actualmente en función de dos parámetros: uso (vivienda, almacén, local, oficina, edificio) y valor catastrales; pero ninguno de ellos indica la cantidad de residuos generados. Un piso vacío no genera basura. En un edificio pagan lo mismo la viuda del primero, la pareja joven del segundo y la familia numerosa  del tercero, pero las tres viviendas no generan la misma basura. El ayuntamiento, mediante el padrón municipal, conoce cuantas personas habitan cada inmueble y sería posible gravar no en función del inmueble sino de sus habitantes. Otra fórmula sería cobrar un impuesto por cada bolsa de basura (oficial) adquirida en el comercio o por el volumen del contenedor de basura, como ocurre en Alemania.

En conclusión, la entrega de más servicios públicos por el Estado sólo es posible mediante una mayor presión fiscal y además, aquél no se caracteriza por ser un gestor eficiente. Solamente devolviendo a la sociedad civil la producción de servicios públicos evitaremos una merma en la prosperidad. Los pocos servicios restantes (orden público, justicia) a cargo del Estado deberán ser sufragados con impuestos que tengan una alta correlación servicio-hecho imponible, de tal manera que sea más fácil ejercer el control sobre el gestor público.