miércoles, 25 de mayo de 2016

El dinero ocioso


Esta mañana fui a la peluquería y, como es habitual, tuve una grata conversación con mi peluquero de cabecera (nunca mejor dicho). Afirmaba el hombre que la economía iría mejor si el dinero no estuviera «parado», lo bueno -añadió- es que el dinero circule y no esté «ocioso». Cuando me disponía a pagarle le espeto: «bueno, ahora supongo que saldrás inmediatamente a la calle a fundirte estos 14€ y así mejorar la economía».

Bromas aparte, la realidad es que mucha gente piensa como mi amigo el peluquero. Empecemos diciendo que la metáfora dinero «ocioso» no es muy acertada. El ocio es algo fabuloso que todos perseguimos y es muy necesario para el hombre alternar los periodos de actividad y descanso. Sin embargo, el dinero nunca «descansa» porque cuando está «parado» cumple diversas funciones muy importantes. 

En primer lugar, el dinero es una reserva de riqueza que nos proporciona liquidez y seguridad. También la rueda de repuesto de nuestro coche está "ociosa" y a nadie se le ocurriría "ponerla a trabajar". Créanme, se duerme muy bien sobre un buen colchón económico. 

En segundo lugar, el dinero ocioso está a la espera de ser invertido juiciosamente. Y es preferible tener el dinero debajo del colchón, al 0% de interés, que tenerlo en el banco al 0,1% de interés. Sobre todo, porque algunos sabemos que el 98% del dinero depositado a la vista es invertido por los bancos sin nuestro consentimiento, un fraude legalizado que se llama Reserva Fraccionaria.

Jesús Huerta de Soto
En tercer lugar, cuando los consumidores aumentan sus saldos en efectivo, algo demonizado como «acaparamiento», envían unas señales importantes a los políticos: no veo muy claro mi futuro; hay demasiadas trabas burocráticas; falta seguridad jurídica; los impuestos son muy altos, etc. En definitiva, si los saqueadores de todos los partidos no nos dejan vivir es lógico que alguien, como el profesor Huerta de Soto, afirme: «Que invierta su puta madre».

Los economistas keynesianos, cual druidas, creían en la magia circulatoria del dinero y pensaban que era el consumo (y no la producción) la solución a todo problema. Los ahorradores eran los culpables porque no gastaban lo suficiente y era preciso castigarlos con bajos tipos de interés e inflación. Todos estos mitos y falacias ya han sido refutados por los economistas Austriacos.

La gente hace muy bien (mientras la inflación sea moderada) en guardar su dinero debajo del colchón esperando tiempos mejores. Esto ha ocasionado, por ejemplo, un ajuste del precio de la vivienda de 50% en siete años. No está mal. El dinero «ocioso» ha podido desinflar la burbuja inmobiliaria. Mala noticia para algunos, pero excelente noticia para los actuales compradores de vivienda.

Tenemos muy reciente el castigo por haber invertido al tuntún, por haber avalado a nuestros hijos sin pensar en las consecuencias, por haber gastado más de la cuenta y por haber despreciado el ahorro. La realidad nos obliga a recoger velas, reducir el consumo y amortizar deudas. La buena noticia es que a medida que aumenta la cantidad de dinero «ocioso» se produce una bajada generalizada de los precios y podemos comprar más bienes con el mismo dinero.