viernes, 28 de enero de 2011

Carta a un amigo creyente

Estimado amigo:
Veo que eres creyente y por eso me mandas algunos emails, en copia oculta (CCO), sobre Jesús, la fe, los milagros y demás temas que reflejan tu espíritu evangelizador y propagador de la fe católica. Esos correos no me importunan ni tampoco me ofenden. 

Mis padres no eran personas religiosas pero quisieron educarme en las Escuelas Pías, cosa que les he agradecido, ya que recibí una buena educación. En diez años en el colegio, tuve tres incidentes desafortunados con dos curas y un profesor civil que forman parte del pasado y no me han dejado secuelas. Las cosas que hicieron nada tuvieron que ver con la religión.


Fui bautizado, hice la primera comunión, fui confirmado, me casé por la iglesia y mis dos hijos también han sido bautizados como católicos. Mi mujer tiene mucha fe (toda la que a mi me falta) y es catequista en la parroquia.

No creo en lo sobrenatural, es decir, soy ateo (ahora nos llaman Brights). No tengo suficientes evidencias (como decía Bertrand Russell) para pensar que Dios exista; tampoco puedo negar su existencia pero la considero altamente improbable. A pesar de ello, participo en los actos religiosos por respeto a las tradiciones o a las personas; por eso coincidimos esta semana en la misa de difuntos de nuestro amigo Felicísimo. Soy un católico cultural.

La historia que me envias de Juan Pablo II y el Gran Rabino de Israel Meir Lau nos enseña que, de forma prácticamente generalizada, cada uno posee las creencias religiosas de sus padres; cada cuál posee el Dios de su familia. Tener una determinada religión es un hecho circunstancial. Si hubiéramos nacido en Egipto seríamos musulmanes en lugar de católicos y si hubiéramos nacido en Grecia hace 2.000 años hubiéramos creído en Zeus y Apolo.

Para terminar este alegato, no me importa, querido amigo; que me envíes todos los email religiosos que desees, siempre y cuando admitas el principio de reciprocidad: Que yo también te envíe emails argumentando en sentido  contrario, o haciendo apología de la razón, sin que por ello te sientas ofendido. Espero tu respuesta.

Recibe un fuerte abrazo. Pepe.

martes, 25 de enero de 2011

La "Barra libre" de los sindicatos

Mi amigo José Manuel me ha enviado esta gráfica. Se trata de la barra libre de los sindicatos.


Este es el peligro del ya citado "colectivismo". Que no nos pase nada...

sábado, 22 de enero de 2011

Que cada cuál se pague sus copas


Este mes de enero he descubierto -ignorante de mí- a la afamada novelista y filósofa estadounidense de origen ruso Ayn Rand (1905-1982). En España es conocida por sus novelas "El manantial" y "La rebelión de Atlas" pero su filosofía, acuñada por ella misma como "Objetivismo", es poco conocida.

Ayn Rand fue una "mente privilegiada", ya a los 9 años escribía novelas en el colegio durante las clases, "porque se aburría". Era radical -aunque asertiva- en su individualismo, racionalismo, materialismo y ateísmo. En lo económico y político, fue firme partidaria del capitalismo puro y de la intervención mínima del estado en todos los asuntos humanos (minarquía). Todo lo anterior era, a su juicio, la mejor forma de conseguir la felicidad y progreso del ser humano. Lo contrario fue denominado colectivismo: La intervención del Estado para configurar la sociedad y las relaciones humanas; acotando necesariamente la libertad del individuo.

Mi tesis es que la actual crisis económica en España es fruto del colectivismo; por eso Ayn Rand es una lectura obligada para los ciudadanos y dirigentes políticos. Su radicalismo está lleno de lucidez y es necesaria una lectura libre de prejuicios para poder captar su pensamiento.

En España, a pesar de los ajustes habidos por la crisis, vivimos en una economía que yo denomino de “barra libre”, consistente que todos queremos beber más de lo que hemos pagado, a costa de otros que, supuestamente, han bebido menos. Adrian Rogers, lo expresó muy bien en 1931:

"Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona debe haber trabajado para ello, pero sin recibirlo... El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. 

Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que no tienen que trabajar porque la otra mitad esta obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo,  eso... mi querido amigo...es el fin de cualquier nación”.

Curioso que ambos, una atea y un pastor bautista, coincidieran sobre esta cuestión: Es inmoral que el Estado quite el dinero a una parte de los ciudadanos para dársela a otros, según criterios establecidos por el propio Estado y sin el consentimiento de los primeros. Esto ocurre en España. Los ciudadanos que cuidan de su salud pagan los mismos impuestos que los que la queman. Los ciudadanos que consumen combustible (por que no los que consumen queso o lavadoras) financian la sanidad cuando enfermamos. Los ciudadanos pagamos impuestos, de forma coercitiva, recibiendo a cambio servicios deficientes o –para no ser injusto- al menos mejorables. Si cuando haya una tormenta, el estado pagará las pérdidas de la cosecha, ¿por qué motivo se debería contratar un seguro agrario?; es preferible que lo pague alguna de las “barras libres” existentes: nacional, autonómica o local. ¿Por qué motivo debería darme de alta como trabajador autónomo?; mejor vivir de las chapuzas, cobrar en “B” y el día de mañana el Estado proveerá. Resultado: injusticia social. “Todos queremos vivir a costa de todos”. “El dinero público no es de nadie”. Es muy difícil, por no decir imposible, convencer a una persona para que se haga empresario y forme parte del primer grupo de gilipollas; convencerle para que arriesgue su patrimonio, sude tinta y trabaje como un esclavo para que otros gocen del fruto de su trabajo. La gente no es tonta: “mejor me hago funcionario”.

Me gusta ser realista. Hay una buena noticia: La supresión de la cuota cameral que pagábamos las sociedades mercantiles, también llamada “impuesto revolucionario”. No era justo que todos pagáramos los cursos de formación o las misiones comerciales al exterior de algunos pocos. Ahora falta que se haga lo mismo con los partidos políticos, sindicatos, confesiones religiosas, traductores innecesarios y un largo etcétera: Que todos se autofinancien mediante un sistema de aportaciones consentidas. En definitiva propongo sustituir la “barra libre” por esto otro: “Que cada cuál se pague sus copas”.