La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, ha presentado una iniciativa para «racionalizar» el horario laboral, en particular, pretende que con carácter general la jornada laboral finalice a las 18:00 horas. De aquí inferimos que los empresarios, que son quienes fijan el horario, actúan de forma «irracional». Hoy intentaré demostrar que los empresarios actúan racionalmente y que esta mujer comete un triple error: teórico, empresarial y ético.
En primer lugar, la medida es un error teórico porque en el mercado la información está dispersa en las mentes de las personas, es dinámica, tácita, no se puede articular y se va creando ex novo en los procesos de mercado. Nadie puede saber, a priori, cuál es el mejor horario para cada empresa. El dueño es la persona más capacitada e interesada en que el horario se adapte dinámicamente al mercado.
En segundo lugar, la medida es un error empresarial. Una empresa, si quiere seguir en el mercado, debe anteponer los intereses de sus clientes a los intereses de sus empleados. Mercadona tiene claro este orden: cliente - empleado - proveedor - sociedad y capital. Esto no significa que los intereses de los empleados se ignoren, todo lo contrario, las empresas compiten entre sí por atraer a las mejores personas y están obligadas a satisfacer en todo lo posible sus preferencias. La función empresarial consiste en utilizar la información del mejor modo posible. Los empresarios deben ajustar continuamente plantillas, turnos y horarios según los deseos de los consumidores. No es recomendable subordinar los intereses del público a los intereses de los trabajadores. En Tenerife, hace 30 años, se decretó el cierre de las gasolineras los días festivos para que sus empleados gozaran del «merecido» descanso dominical. Recuerdo las monumentales colas que se formaban en las gasolineras los sábados por la noche. Con los comercios pasaría algo parecido: si son obligados a cerrar a las 18:00, poco antes de esa hora se formarán colas. Recuerde que una cola es sinónimo de retraso e ineficiencia; las colas son propias de países comunistas; si usted soporta una cola, intuitivamente, sabe que algo funciona mal.
Son los clientes quienes determinan, indirectamente, la organización de la empresa, y en particular, el horario. Si las tiendas abren los domingos es porque los consumidores desean comprar en domingo. La racionalidad económica, guiada por los beneficios y pérdidas, exige abrir el negocio los días y horas de mayor demanda. La ministra, si fuera racional, debería focalizar sus esfuerzos en modificar los hábitos de consumo de los españoles; por ejemplo, podría persuadirles de que no fueran al gimnasio después de las 6 de la tarde; que se abstuvieran de dormir la siesta o de ver la telenovela. En política económica es un error muy frecuente poner la carreta delante de los bueyes. Imponer coactivamente un horario perjudica la economía. El intervencionista (gobierno) no puede anticipar las perversas consecuencias de su actuación. Por ejemplo, si forzamos el cierre de los comercios a las 18:00 y el cierre de los bares a las 20:00, la productividad de estos negocios será menor y habrá despidos. Toda limitación del horario provocará una menor producción, menores tasas de capitalización, menores salarios y mayor desempleo. La ministra, que cursó económicas en ICADE, parece ignorar todo esto.
Por último, la medida es inmoral pues viola la libertad de los consumidores para organizar su vida y la libertad de los empresarios para organizar su empresa, sin injerencias externas. La ministra, a pesar de la fingida sonrisa que habitualmente muestra, actúa violentamente, como un matón sindicalista (valga la redundancia), y todo por un puñado de votos. No se puede mejorar la vida de los empleados violentando a empresarios y consumidores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario