El paro en España roza los 5 millones de personas. La economía española me recuerda al Titanic: España se hunde y el Estado, cual orquesta en la cubierta del buque, sigue tocando la misma partitura con la resignación final de una muerte inevitable. Y digo el Estado, porque el virus que nos infecta está activo en todos los niveles de la Administración.
Tenemos 5 millones de parados porque hemos querido desafiar las leyes de la economía, que es lo mismo que desafiar la ley de la gravedad mediante una nuevo teorema físico publicado en el BOE. Nuestros gobernantes -escasamente cualificados para la faena- han creído firmemente en el mito "querer es poder" y la realidad les viene propinando cada mes un tremendo bofetón, pero aún así no aprenden y la Nación va de culo. Un sabio de la Sierra de Aracena me dijo un buen día: "cuando la cabeza va mal, los pies se van tropezando".
Tenemos 5 millones de parados porque España se desangra y los gobernantes, en lugar de hacer las reformas "a corazón abierto", como era obligado; se han dedicado al marketing político de la tirita en la herida y la oración a San Judas Tadeo, el santo del trabajo. Piensan que la realidad puede ser falseada de la misma manera que manipulan la opinión pública, arte en la que son maestros. ¡ Pobres ilusos !
Tenemos 5 millones de parados porque todavía no hemos entendido que los autónomos y empresas son quienes crean empleo, no gracias a la Administración, sino a su pesar. Hemos demonizado al creador de la riqueza y ahora nos preguntamos por qué nadie quiere contratar a nadie. La Nación ha vivido a costa de chupar la sangre a los productores, para mantener a un ejército de inútiles, amigos y parientes; todos clientes políticos de un sistema inmoral y corrupto. Y ahora nos preguntamos por qué la mayoría prefiere ser funcionario, de lo que sea, pero funcionario.
Tenemos 5 millones de parados porque ser empresario es un calvario de trámites, impuestos, permisos, licencias, mordidas y leyes veleta que cambian según la inspiración y la insensatez del ministro de turno, y si no que se lo pregunten a los pocos empresarios que tabicaron sus restaurantes (tabaco) para nada.
Tenemos 5 millones de parados porque asistimos a una inversión moral donde el productor es considerado capitalista; el empleador, negrero; el comerciante, ladrón; el banquero, usurero; y el intermediario, estafador. Hemos castigado a los creadores del empleo productivo con el descrédito y escarnio propios del criminal y ahora nos preguntamos por qué no hay más "vocación emprendedora".
Tenemos 5 millones de parados porque las leyes laborales se han construido sobre el paradigma de que el capitalismo es perverso y que los mejores hombres y mujeres: aquellos que arriesgan su patrimonio, usan su intelecto y trabajan 12 horas al día; deben indemnizar -sin causa lógica- a quienes prefieren la obediencia y la seguridad. Hemos sustituido la meritocracia por el igualitarismo fomentando la idea de que "nadie es mejor que nadie" y ahora nos preguntamos por qué los mejores abandonan el país.
Tenemos 5 millones de parados porque el Estado ha metido las narices en todo, intervenido todo y controlado todo para convertir a los ciudadanos en menores de edad vitalicios. Hay a quien no le importa estar parado porque cree que es deber del Estado mantenerle. Pero el Estado no puede darle dinero sin antes habérselo quitado a otro trabajador. El Estado social, mal administrado, se convierte en un formidable productor de vagos; y ahora nos preguntamos por qué hay gente que rechaza un empleo.
Tenemos 5 millones de parados porque el Estado ha metido las narices en todo, intervenido todo y controlado todo para convertir a los ciudadanos en menores de edad vitalicios. Hay a quien no le importa estar parado porque cree que es deber del Estado mantenerle. Pero el Estado no puede darle dinero sin antes habérselo quitado a otro trabajador. El Estado social, mal administrado, se convierte en un formidable productor de vagos; y ahora nos preguntamos por qué hay gente que rechaza un empleo.
Desde 2008, el Gobierno se ha ido equivocando ante cada sucesivo desastre. En lugar de controlar la inmigración, prefirió dar "papeles para todos", incrementando la población de forma alarmante. En lugar de exigir funcionarios más eficientes y dedicados prefirió reducirles el salario, acaso pensando: "para lo que poco que trabajan, bastante cobran". En lugar de reducir el "mamoneo institucional" y el despilfarro prefirió la infamia de congelar las pensiones de nuestros mayores. En lugar de reducir el gasto corriente del Estado, prefirió subir el IVA, asfixiando aún más nuestra maltrecha economía. En lugar de obligar a los Ayuntamientos a pagar a sus proveedores, evitando su quiebra; propuso un Plan "E" para hacer obras innecesarias e improductivas. Todo un cúmulo de desastres.
La famosa novela La rebelión de Atlas (Ayn Rand); describe un escenario parecido: EEUU es una nación en ruina debido a la corrupción y a una política económica intervencionista. Los empresarios cada vez tienen mayores dificultades para sacar adelante sus negocios, deciden tirar la toalla y van cerrando, poco a poco, sus empresas. El paro aumenta considerablemente y el país se sume en el caos económico y la miseria. Comienzan las revueltas, disturbios y la población se dedica a incendiar los edificios gubernamentales. El industrial y líder de la rebelión, John Galt, pronuncia en un discurso radiofónico: "Nosotros, los hombres de razón, nos declaramos en huelga..."