sábado, 27 de abril de 2019

Sobre Vox


Desde que abracé el anarcocapitalismo, allá por 2011, no he participado en ninguna consulta electoral. La abstención política es la conducta propia entre quienes piensan que el gremio político es la peor mafia jamás inventada y que todo impuesto es un robo. Sin embargo, la aparición de Vox y su atractivo programa electoral supondrá mi vuelta a las urnas. Votaré Vox porque se opone sin complejos al consenso socialdemócrata. Es el único partido que proclama, si bien parcialmente, los derechos del individuo frente a la agresión estatal. Los demás partidos, o son abiertamente socialistas o se han rendido al socialismo.






El programa económico de Vox es, de lejos, el más liberal de todos: el dinero debe permanecer en el bolsillo de sus legítimos dueños y no en la cartera de los políticos. El actual Estado de bienestar saquea indecentemente la propiedad privada, por tanto, está abocado al colapso económico y moral.

Resultado de imagen de okupas colauLa vivienda privada también debe protegerse frente a los okupas, que proliferan al amparo de comunistas como Iglesias, Carmena o Colau. Es preciso que el Estado aplique la ley, defienda a la víctima y que los okupas sean desalojados de forma expedita. El Estado tampoco debe impedir a la víctima que se defienda con sus propios medios. El uso de armas de fuego, en legítima defensa, es un derecho natural de todo ser humano. 


La gran virtud de Vox es la valentía de sus líderes para decir la verdad sin tapujos. Por fin, alguien en España afirma públicamente que la Ley de Violencia de Género es una aberración jurídica y ética, comparable a las leyes de Núremberg de 1935. El apelativo «feminazi» está bien puesto y define perfectamente a quienes justifican la criminalización del varón.

Resultado de imagen de voxDerogar la Ley de la Memoria Histórica es otro imperativo de la lógica y de la convivencia. Es preciso erradicar el sesgo ideológico en la interpretación de la historia de España. Los perdedores de la Guerra civil deben asumir, de una vez por todas, su responsabilidad en el origen del conflicto.

Lo único que no gusta de Vox es su exaltado nacionalismo español. Las tradiciones –semana santa, toros, caza, pesca– deben protegerse del ataque de los «progres», sin embargo, todo nacionalismo –catalán, vasco o español– es una amenaza latente: siempre termina, por su propia dinámica, en el sacrificio del individuo en el altar del Estado.

No soy partidario de manipular a las masas apelando a sus sentimientos y emociones, pero ya que la izquierda lo hace –demonizando a los ricos, estimulando el odio y la envidia, ofreciendo falsos derechos– la única forma de combatir a la bestia marxista es apelando a otros sentimientos y emociones distintos: patriotismo, familia, religión, épica, etc.  
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Desgraciadamente, el razonamiento económico y filosófico anarcocapitalista, adquirido tras largas horas de lectura y reflexión, se ha demostrado impotente frente a la propaganda marxista. Vox es un partido populista (en democracia todos lo son), pero lo importante es que, una vez llegado al poder, ese populismo no degenere en un Estado totalitario. La agenda de Podemos es clara: replicar el modelo criminal de Venezuela; es decir, llegar al poder usando la democracia para luego abolirla. Actualmente, Vox es la única alternativa creíble para combatir la alianza destructiva de las izquierdas y el entreguismo del centro-derecha.

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