Todavía no entiendo los motivos por los que el Estado obliga al empresario a indemnizar a un trabajador en caso de despido. En ocasiones, se cita el término «protección» del trabajador y determinados agentes sindicales y políticos aluden a supuestos derechos. Una posible explicación sería reconocer que la parte que rompe el vínculo laboral debiera indemnizar a la otra en virtud de un supuesto perjuicio ocasionado, pero aún así no llego a comprender a qué perjuicio se refiere. Tampoco es entendible que el citado perjuicio se produzca desde el empresario hacia trabajador, pero nunca a la inversa.
En esta crisis, que parece no tener fin, algunos sesudos políticos han sugerido que si las indemnizaciones hubieran sido más altas no hubiera habido tantos despidos; desde esa lógica, se debería despedir con 90 días o 180 días por año trabajado y todo arreglado: sencillo, ¿verdad?. Lo malo de la ideología es que la gente piensa con el hígado en lugar de usar el cerebro. La ideología colectivista, por lo que parece, se construye en parte sobre el paradigma cristiano de que la riqueza es pecaminosa: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos". Solamente así es posible considerar al empresario como un ser malvado y que el Estado deba proteger a los trabajadores de sus posibles abusos. Argumentaré porqué no considero apropiada la indemnización por despido:
1º. Es una injerencia del Estado en la empresa y, como propiedad privada que es, compete en exclusiva a sus legítimos dueños tomar decisiones que afecten a su funcionamiento interno.
2º. La indemnización por despido ocasiona en algunos trabajadores una sensación de seguridad que lo va equiparando, a medida que transcurren los años, al estatus de impunidad laboral propia de un funcionario.
3º. En otros casos, los trabajadores se convierten en rehenes de su propia indemnización y, aunque desearían cambiar de trabajo, no lo hacen por no perder aquella. A veces sucede que el trabajador decide cambiar de trabajo y utiliza estrategias abyectas para forzar el despido improcedente; por ejemplo, disminuyendo su rendimiento laboral.
4º. Por último, la indemnización por despido se convierte en el mayor obstáculo a la contratación. Cuanto mayor sea la primera, menor será la segunda.
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Todo esto que expongo es vox populi entre empresarios e incluso entre los propios trabajadores pero los descerebrados que nos gobiernan no son capaces de entenderlo. Pueden comprender —y estoy de acuerdo— que debería ser igual de fácil casarse que divorciarse, pero no quieren aplicar este mismo principio en el ámbito laboral. Mientras tanto el empleo no despega, se suceden los ERE,s, nuestros hijos bien cualificados deben emigrar y mucha gente se ve forzada a la economía sumergida. La economía es una ciencia social y en sus orígenes nació como ciencia moral (Adam Smith fue profesor de filosofía moral). El despido libre es una medida absolutamente moral, legítima y además conveniente para crear empleo y riqueza.
¡Qué razón tienes! Pero ¿quién entiende nuestra legislación laboral? ¿Quién entiende una legislación que considera agresor al empresario y víctima al trabajador, que prima los derechos (más que desbordados) sobre los deberes (más que limitados)y que promueve una sociedad de pícaros subvencionados que no ven más allá de sus propios intereses, haciendo dejación del esfuerzo, el sacrificio, el trabajo y la excelencia. ¡¡¡País!!!
ResponderEliminarCuanta razón tienes, se hablan de los derechos del trabajador pero... ¿Y de los derechos del empresario? La gente debe cambiar la mentalidad y entender que debemos buscarnos la vida y no depender de papá Estado o papá Empresa para todo.
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